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¿Se pueden evitar (o predecir) los terremotos?

No, los terremotos no se pueden evitar. Son una parte natural del funcionamiento de la Tierra. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
S. Bonaime/Shutterstock
Julio Ballesta Claver, Universidad de Granada

Este artículo forma parte de la sección The Conversation Júnior, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. Podéis enviar vuestras preguntas a tcesjunior@theconversation.com


Pregunta formulada por Lucía, de 12 años, del CEIP María Pérez García (Málaga)


Si alguna vez has visto San Andreas (2015), recordarás cómo temblaba todo mientras los edificios caían y las personas corrían buscando refugio. ¡Parecía el fin del mundo! Pero ¿se pueden evitar o, al menos, predecir los terremotos como hacían los científicos en esa trepidante película?

¿Qué es un terremoto?

Bajo nuestros pies, la Tierra está dividida en grandes bloques llamados placas tectónicas que encajan entre sí como si fueran muchas costuras en una pelota, pero sin coser. Estas placas se mueven lentamente, unos centímetros al año, más o menos a la velocidad a la que te crece una uña.

Las grandes placas tectónicas de la Tierra.
Las grandes placas tectónicas de la Tierra. Wikimedia Commons, CC BY

A veces, se empujan, se frenan o se deslizan una contra otra. Esa fricción va acumulando energía, y cuando ya no puede aguantar más… ¡Pum! ¡Se libera de golpe!, lo que ocasiona un terremoto, un proceso natural que ocurre en nuestro planeta desde hace millones de años.

¿Se pueden evitar?

No, los terremotos no se pueden evitar. Son una parte natural del funcionamiento de la Tierra. Pero, aunque no los podamos detener, sí podemos reducir sus efectos. ¿Cómo? Con construcciones seguras, escuelas preparadas, simulacros de emergencia y sistemas de alerta.

Por ejemplo, en Japón y México existen sensores que detectan el inicio de un terremoto y envían una alerta segundos antes del temblor aumente. Puede parecer poco tiempo, pero esos segundos permiten salvar vidas.

¿Y se pueden predecir?

Es un reto complicado. Cuando las placas tectónicas, esas grandes piezas de puzle del suelo terrestre de las que hemos hablado antes, se tocan unas a otras, forman fallas (líneas de contacto entre las placas), ocasionando grietas profundas en la Tierra. Éstas pueden tener formas muy irregulares y comportamientos difíciles de estudiar y, por consiguiente, de anticipar.

La Tierra está cubierta por placas tectónicas. Son grandes bloques que se mueven lentamente, como piezas de un rompecabezas. Cuando chocan o se deslizan, generan fallas, pudiendo causar terremotos. Imagen realizada con Inteligencia Artificial, FAL

Los científicos han investigado si los animales se comportan de una manera extraña antes de un terremoto por tener sentidos más agudos; si cambia el campo magnético de la Tierra (es decir, si el norte ya no es el norte); si hay señales en el subsuelo, como gases que salen al exterior; si el agua de un lago cambia; si aparecen rayos raros en el cielo

Es díficil interpretar si estos pequeños cambios de la Tierra anuncian un gran sismo o si se trata de simples movimientos normales. Por eso, hoy en día no se puede conocer con certeza cuándo ni dónde ocurrirá un terremoto.

Calculando probabilidades

Pero ¡cuidado! No es lo mismo predecir que pronosticar un terremoto.

  • Predecir sería decir cuándo, dónde y con qué fuerza ocurrirá, algo que hoy no se puede hacer.
  • Pronosticar significa calcular la probabilidad de que ocurra en una zona durante los próximos años, como cuando se dice que hay un 70 % de probabilidad de lluvia para mañana.

Las investigaciones más actuales para pronosticar terremotos se basan en buscar con inteligencia artificial (IA) qué cosas se repiten antes de que empiece a temblar la tierra. Por ejemplo, ver si en una de las capas altas del cielo, la llamada ionosfera, ha cambiado la cantidad de electrones que normalmente hay allí.

En España y Chile, expertos como Antonio Morales Esteban y su equipo han mostrado resultados prometedores midiendo la magnitud de los seísmos, así como el tiempo transcurrido entre terremotos, pero su sistema aún debe afinarse.

En el pasado, se utilizaban técnicas más clásicas, como comprobar los cambios de nivel del agua en los pozos, averiguar si las ondas que viajan por el suelo van más rápidas o lentas o detectar muchos pequeños temblores seguidos. Pero nada de esto funcionó. Por ejemplo, según los cálculos de los científicos, iba a tener lugar un gran terremoto en Parkfield (California) entre 1988 y 1993. Y aunque llegó, lo hizo mucho más tarde: en 2004.

Los sismólogos de la película San Andreas sí tienen éxito: desarrollan un método que predice grandes sismos utilizando los datos de cambios electromagnéticos, que son procesados por una IA creada por los propios científicos. Algo muy parecido a lo que se intenta actualmente.

En la vida real, la predicción sigue siendo un reto científico, así que no hay que perderle la pista, porque se siguen haciendo avances.

En caso de terremoto…

De cualquier forma, si de repente empieza a temblar la tierra, no te olvides de seguir los siguientes pasos:

  1. Agáchate para evitar caerte.
  2. Cúbrete bajo una mesa resistente o junto a una pared interior.
  3. Agárrate a la mesa o al objeto que te esté protegiendo para mantenerte seguro hasta que termine. Después, sal con calma y sigue las indicaciones de los adultos.

Los terremotos no se pueden evitar ni predecir con exactitud, pero la ciencia nos ayuda a entenderlos mejor y a prepararnos. La verdadera protección viene de la educación, de la prevención y del trabajo de científicos que, como en las películas, trabajan para protegernos cada día.

¿Te imaginas ser tú quien invente un sistema que avise con tiempo suficiente? La ciencia te espera.


 

El museo interactivo Parque de las Ciencias de Andalucía y su Unidad de Cultura Científica e Innovación colaboran en la sección The Conversation Júnior.The Conversation


Julio Ballesta Claver, Profesor Titular de didáctica de las ciencias experimentales, Universidad de Granada

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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