De San Vicente del Caguán, la historia ha contado sobre la multitud de colonos que con machete y hacha en mano entraron a las sabanas del Yarí a tumbar monte motivados por instituciones del Estado, que promovían en aquel entonces la conquista del naciente departamento de Caquetá.
Hoy el relato que se narra en las voces de niños, niñas, jóvenes, mujeres y hombres de Villalobos, zona rural de este municipio, es diferente y da fe de los procesos de educación ambiental que lideran familias campesinas a través de los viveros comunitarios.

Una trocha que florece en el horizonte
Son casi tres horas de trayecto por carretera destapada, popularmente conocida como trocha, las que separan al casco urbano de San Vicente del Caguán, norte del departamento del Caquetá, del centro poblado Villalobos. Un recorrido en camioneta 4x4 que hicimos como Emisora de Paz de este municipio con el apoyo de la MAPP OEA para sumergirnos en las vivencias y procesos de la extensa geografía de las tierras del Yarí que el mundo conoce por ser un laboratorio de paz, con las complejidades que esto representa.
“Este monte es mío (..) esto es para demostrarle a todo el campesinado que sí se puede trabajar por el medio ambiente, la amazonia hay que quererla. La tierra es la que lo sostiene a uno, uno siembra la comida para vivir, es como una madre que amamanta un niño”, explica José Miller Perdomo Lizcano, mientras lidera un recorrido guiado por la huerta de su finca Villa Dolly donde hoy crecen cultivos de piña, papaya, caña, plátano, cilantro, cebolla y pastos, a la par de la ganadería.

Y es que la apuesta en Villalobos es colectiva, con orgullo las familias campesinas empoderan su pedazo de monte que han sembrado con empeño con el único propósito de construir la paz con la naturaleza.
Como líder del vivero comunitario en la vereda Brisas del Cóndor, Daniel Murcia Sánchez está convencido de que el trabajo de las familias habitantes de las veredas Cristo Rey, Carrecillo, Cóndor y el Naranjal que confluyen en este proceso, es un aportar a la vida.

Durante cerca de cuatro años estas familias han visto germinar plántulas de árboles como Yopo, Samán, Abarco, Flor morado, Carbonero, que hoy se aferran a la tierra sanvicentuna. “Al reforestar un potrero, un callejón, estamos proveyendo sombra para los animales y la humanidad; ahorita la idea ya no es tumbar, es reforestar”, atina a decirnos este líder comunitario mientras la lluvia cae sobre los futuros árboles.
Corredores ambientales
La bienvenida al centro poblado Villalobos, San Vicente del Caguán, nos la da una bandada de guacamayas que dejan ver en sus alas diversidad de colores. En un solo bullicio se refugia sobre los árboles a la retaguardia del caserío sin pasar desapercibidas.
Hasta este lugar acude cada día Luz Adelfa Bedoya, cariñosamente conocida por la comunidad como ´Luza´, una mujer que desde su liderazgo campesino, familiar y ambiental vive junto a decenas de personas la magia del ´Vivero transformando nuestra naturaleza´.
“Los arboles llaman agua, donde es montañoso es donde más llueve, ya estamos viendo el cambio climático y la meta es dejarle un mejor planeta a los que vienen detrás de nosotros”, reflexiona Luza desde los conocimientos que le ha dejado el participar en proyectos como el de Promoción del manejo sostenible de la tierra.

Para Dairo Hernán Rojas, presidente de la vereda Brisas del Cóndor y fiscal de la Asociación de Campesinos de Villalobos, ASOCAVI, la reforestación de la Amazonia desde San Vicente del Caguán no es un tema de hoy, “gracias a dios tenemos un bosque tropical que estamos a punto de recuperar”, precisa.
Y es que fruto del trabajo de las comunidades con iniciativas como ´Visión Amazonia´ del Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, han nacido acuerdos de conservación que lograron la recuperación de cientos de hectáreas en este territorio.

“Al reforestar estas montañas e implementar sistemas silvopastoriles vemos llegar más fauna, tenemos especies como el famoso gurre, achicamo, micos, loro, danta, boruga, Águila Real, ya estamos conviviendo con ellos, uno va a dejar sal al ganado y se los encuentra. Tenemos el conocimiento y estamos aportando al medioambiente”, resalta el presidente de la vereda Brisas del Cóndor.
Hoy el campesinado de Villalobos sabe que, si siembran árboles como el guamo, manadas de micos aflorarán. Si plantan Yopo en los potreros, su hoja menuda dejará que el agua lluvia fluya mejor al pasto y buena sombra cobije a los animales, lo que proporcionará tranquilidad al ganado y mejor producción de leche, un fiel ejemplo del inicio de la paz con la naturaleza, así lo explica Daniel Murcia Sánchez desde su experiencia de trabajo con otras organizaciones como Pastoral Social y Caritas Colombia.

Relevo generacional para una paz duradera
La experiencia de los años le ha enseñado a José Miller Perdomo Lizcano, con su finca Villa Dolly, que a la tierra y a los animales hay que tratarlos bien.
“Antes no le poníamos cuidado a nada, se salía al pueblo a comprar yuca, plátano y únicamente se pensaba tumbar monte para sacar las vaquitas gordas”, sostiene.

Actualmente sabe que no se necesitan grandes extensiones de tierra para "vivir sabroso", es más importante el conocimiento y la consciencia ambiental para lograr que la vida sea productiva. Durante la COP16 esta experiencia del trabajo con su esposa mostró su finca como un modelo a seguir.
En el vivero ADRIMAR el conocimiento de grandes y pequeños fluye. En medio de las actividades del día a día Nilson García Quintero ha sido testigo de cómo la unidad ha levantado esta apuesta ambiental. De ahí el nombre, ADRIMAR, palabra compuesta por las letras iniciales de las personas que han hecho posible el vivero, explica Mayerly Ortiz.
En este grupo trabajador, las manos de Rocío Camargo y Yesith Tovar, también han participado: “todos estamos trabajando en grupo, siempre me ha encantado trabajar con plantas, la clave es estar pendientes de ellas quitando rastrojito echando aguita”, explica Rocío a manera de pedagogía sobre el cuidado.

De esta manera según Norely Lozano, árboles como el Samán, Lluvia de oro, Yopo, Carbón y Cedro rosado, crecieron en bolsas recicladas para convertirse en parte del paisaje en la zona rural de San Vicente del Caguán.
Ejemplos de transformación del territorio que alimentan el amor por la flora y la fauna en niños y niñas que en medio del juego aprenden a convivir con el paisaje amazónico.
“Sería muy chévere que donde hay bancas para sentarse haya árboles para escamparnos del sol cuando haya jugarreta”, recomienda Dylan Estaban Rojas Rodríguez de 14 años quien vive en la vereda Brisas de El Cóndor y estudia noveno grado en la Institución Educativa Rural.

Desde temprana edad con el ejemplo de su padre Dairo Hernán Rojas hace parte de las nuevas generaciones que proyectan a futuro el trabajo de conservación de estas familias campesinas que potencian la paz con la naturaleza, con todos los retos que esto implica.
En el Día Mundial del Medio Ambiente, proclamado por la ONU desde 1973, una historia para sensibilizar a la población mundial acerca de la importancia de cuidar los ecosistemas y fomentar el respeto al medio ambiente.