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¿Puede la IA ser peor para el planeta que los maratones de series?

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Peligros de la IA para el planeta
Foto: The Conversation
The Conversation

La creciente integración de la inteligencia artificial (IA) en diversos aspectos de la vida moderna ha suscitado un intenso debate sobre su sostenibilidad ambiental en comparación con otras tecnologías digitales ya establecidas.

Sam Altman, CEO de Open AI, en estilo Studio Ghibli.
Sam Altman, CEO de Open AI, en estilo Studio Ghibli. Creada con ChatGPT, CC BY-SA

Hace unas semanas, y con el lanzamiento del nuevo generador de imágenes por parte de la empresa OpenAI, vivimos una fiebre por crear fotografías en el estilo de Studio Ghibli. Esta fiebre también tuvo un efecto colateral: la gente empezó a preguntarse cuánta agua consumía esta práctica.

¿Cuánta agua se está bebiendo la IA?

Generar una imagen con IA consume entre 5 y 50 litros de agua, lo cual equivale a la ingesta de agua de una familia en un día. El consumo de agua viene dado por la necesidad de refrigerar los centros de datos, que tienen potentes chips que se sobrecalientan con este tipo de tareas.

Además del consumo de agua, también existe preocupación por el consumo energético de esta tecnología y su huella ambiental. Ya en 2019, un estudio nos alertaba de que el entrenamiento de un modelo inteligente de lenguaje emitía tanto CO₂ como cinco coches en su vida útil.

La situación se ha agravado con la explosión de la IA generativa. Investigadores de la Universidad de Copenhague estimaron que una sesión de entrenamiento del modelo de inteligencia artificial de OpenAI GPT-3 consumía tanta energía como 126 hogares daneses en un año. Recientemente se ha puesto el foco no solo en el coste de entrenamiento de estos modelos, sino también en su consumo energético cuando se usan (etapa conocida como “inferencia”, es decir, la aplicación de la IA una vez entrenada).

Así, se estima que generar una imagen con IA consume tanta energía como cargar por completo un smartphone. En general, todas las tareas que impliquen generación de contenido (sea texto o imágenes) emiten mucho más CO₂ que la detección de objetos o clasificación de texto.

También ha salido a la luz el impacto que tiene algo tan inocente como decir “gracias” o “por favor” a los modelos de lenguaje. Según Sam Altman, CEO de OpenAI, este pequeño gesto tiene un coste de decenas de millones de dólares.


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Netflix e Instagram también contaminan

Ante la alerta creada por estos datos, es inevitable preguntarse si estos consumos son mucho mayores que los de otras tecnologías que ya usamos. Las respuestas generadas por un modelo de lenguaje consumen 10 veces más energía que una búsqueda tradicional en Google. Este dato subraya el impacto acumulativo del uso generalizado de la IA.

Algo similar ocurre en el mundo del streaming, que cuenta con millones de usuarios. Esta industria representa el 82 % del tráfico de internet y es responsable del 6 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. Esta cantidad es equivalente a las emisiones del sector de la aviación, que no destaca por ser muy ecológico.

Tampoco las redes sociales se libran de su parte de culpa. Investigadores de la Universidad de Castilla La Mancha nos advierten del consumo energético elevado –y pocas veces estudiado– del uso de Instagram. Según sus conclusiones, publicar un reel de 15 segundos consume la misma energía que publicar ocho fotos.

Aunque no todo tiene que ver con el sector de las tecnologías de la información y la comunicación. El aire acondicionado consume mucha más electricidad que los centros de datos. En 2022, su consumo representó el 7 % del consumo mundial, y esta cifra solo va en aumento debido al calentamiento global.


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La IA verde al rescate

En esta situación, es indispensable que tracemos caminos para mejorar la sostenibilidad de nuestro planeta. La buena noticia es que la propia IA puede ayudarnos y, además, con una perspectiva dual.

Por una parte, se promueve el desarrollo de aplicaciones en distintos sectores que no solo fomenten la sostenibilidad, sino que también ayuden activamente a mitigar el cambio climático, lo que se conoce como enfoque green-by”.

Por otra, los algoritmos verdes también se orientan a investigar cómo hacer que los algoritmos sean más escalables y sostenibles, con el fin de disminuir la huella de CO₂ asociada a su uso, en lo que se denomina enfoque green-in”.

No obstante, la clave reside también en el uso responsable de las tecnologías. Es necesaria una evolución en su desarrollo y uso, pero también una transformación cultural en la sociedad. Al sensibilizar sobre el impacto ambiental de la IA y fomentar la incorporación de prácticas más sostenibles, podemos avanzar conjuntamente hacia un futuro más justo y respetuoso con el entorno.The Conversation

Verónica Bolón Canedo, Profesora Titular de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, Universidade da Coruña

 

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