Huertas y viveros fortalecen la seguridad alimentaria en comunidades indígenas y campesinas de Santa Marta
Comunidades indígenas y campesinas de la Sierra Nevada y Guachaca recibieron un impulso clave para su sostenibilidad con la entrega de huertas y viveros comunitarios, en el marco de la Ruta Rural 500+. Esta iniciativa, que contó con una inversión cercana a los $926 millones, busca mejorar la seguridad alimentaria y dinamizar las economías locales.
Un total de 20 comunidades indígenas recibieron huertas comunitarias, en reconocimiento al enfoque diferencial étnico que orienta el proyecto: 11 comunidades del pueblo Kogui, 3 Wiwa, 5 Arhuacas y 1 del Narakamanta.
“Este es un paso concreto hacia una Santa Marta más justa, solidaria y resiliente. Nuestro compromiso es con la gente del campo y con las comunidades indígenas que son guardianas de la Sierra Nevada”, aseguró el alcalde Carlos Pinedo Cuello en diálogo con los líderes locales.

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Huertas y viveros para familias campesinas de Guachaca
De manera complementaria, la estrategia también llegó a las familias campesinas de Guachaca, quienes recibieron 70 huertas con herramientas, abonos y semillas de hortalizas, frutas y granos, además de acompañamiento técnico.
Asimismo, se entregaron 40 viveros de cacao para diversificar la producción agrícola y fortalecer la autonomía económica de las familias campesinas. Cada vivero cuenta con semillas y materiales de instalación.
En conjunto, las 70 huertas y 40 viveros en Guachaca generarán beneficios económicos anuales superiores a los costos de operación, además de empleos directos e indirectos que dinamizarán la economía familiar y comunitaria.
“Con estas huertas podremos cultivar hortalizas y frutas para nuestras familias, pero también vender el excedente en los mercados locales. Esto contribuye al desarrollo económico e industrial de nuestras comunidades, porque queremos que la zona rural de Guachaca sea reconocida como la despensa agrícola de Santa Marta”, expresó Baudio Valencia, líder comunal.
El proyecto no solo tiene un impacto económico, sino también social. Según Yorlenis Suárez, subsecretaria de Desarrollo Rural, la iniciativa “aporta al fortalecimiento del tejido comunitario, impulsa la economía solidaria y contribuye a la paz territorial, ofreciendo alternativas sostenibles a las comunidades rurales”.

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En palabras de Ana Martínez, beneficiaria de la vereda Cacahualito: “Estas ayudas son muy importantes porque allá no hay tanta tierra para sembrar cultivos grandes, y con estas huertas podemos aprovechar mejor los espacios pequeños. Es una ayuda real para las familias que más lo necesitan”.
Más allá de las cifras, las huertas y viveros entregados representan la oportunidad de rescatar el valor de la tierra como fuente de vida, garantizar alimentos frescos para cientos de hogares y recuperar saberes ancestrales que se complementan con nuevas prácticas agrícolas. Este esfuerzo marca un paso hacia un campo más productivo, justo y sostenible, donde la unión entre tradición e innovación abre caminos de esperanza para las comunidades rurales.
