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El Lugar de Memoria de Riosucio, Chocó: un refugio contra el olvido y la violencia

El Lugar de Memoria de Riosucio es, en palabras de sus cuidadores, “un refugio contra el olvido y un puente hacia la esperanza”.
Jenny Serna Córdoba

Un lugar donde reposa la memoria 

En Riosucio, Chocó, existe un espacio que guarda las voces, los objetos y los recuerdos de un pueblo que decidió no olvidar. El Lugar de Memoria de Riosucio recoge las historias del Bajo Atrato para sanar, aprender y fortalecer el tejido comunitario. 

Riosucio es un municipio del departamento del Chocó, habitado por comunidades negras, indígenas y mestizas. Durante siglos, sus habitantes han tejido vida a partir de la pesca, la agricultura y la tradición oral. 

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La huida forzada que cambió la historia del Bajo Atrato

A finales de 1996, el recrudecimiento del conflicto armado impactó de lleno a la cabecera municipal de Riosucio, Chocó. Las amenazas, incursiones y enfrentamientos entre actores armados generaron temor y provocaron los primeros desplazamientos. 

En febrero de 1997 se desarrolló la Operación Génesis, que, según el Ejército, buscaba combatir a las extintas Farc-Ep.

Sin embargo, esta acción militar, junto con las incursiones paramilitares que la acompañaron, provocó uno de los desplazamientos más grandes del Bajo Atrato. Más de 7.000 personas huyeron, dejando atrás casas, cultivos y pertenencias, y terminaron refugiadas en Pavarandó, comunidad del municipio de Mutatá, Antioquia, así como en otras regiones del país. 

Nace un espacio para recordar 

En 2021, con el apoyo de Proclade Colven y la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, se inauguró el Lugar de Memoria de Riosucio. No es un museo tradicional, sino un sitio donde los propios pobladores llevan y cuentan sus historias, para que no queden en el silencio ni en el olvido. 

El impulso de un misionero 

Uno de los motores de esta iniciativa es Marcial Gamboa Valencia, misionero claretiano con más de 17 años de trabajo en comunidades afectadas por la violencia. 

Llegó a Riosucio el 23 de enero de 2019, después de haber acompañado en Tumaco la creación de la Casa de la Memoria del Pacífico Colombiano y de apoyar la propuesta de un santuario para las víctimas de desaparición forzada en la vía Tumaco–Pasto. 

“El mayor aprendizaje ha sido saber escuchar a las familias que sufren, transmitir confianza, visibilizar sus problemas e invitar a otros a acompañarlas. Los procesos no son de una sola persona, sino de muchos que caminan juntos. Al llegar al territorio hay que escuchar el llanto de la gente”, señala Gamboa. 

Para él, este lugar “es un alimento de descanso para la población, una reserva donde un pueblo cuenta los hechos que marcaron su historia. Es un canto a la vida que rompe las barreras del tiempo y permite unir a quienes sufren con quienes acompañan”. 

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Lo que guarda este lugar 

Con 20 metros cuadrados, cada rincón de este espacio está cargado de significado. Todo lo que aquí se conserva tiene un valor especial para la comunidad. Al entrar, se percibe el olor de los libros y el sonido de las voces grabadas que cuentan historias. Aunque cada objeto es valioso, estos son algunos de los elementos más representativos: 

El libro Rostros que caminan. Más que un libro, es un cuaderno de memoria apoyado por el Centro Nacional de Memoria Histórica y elaborado junto a la Asociación Canto a Mis Ancestros del Darién Chocoano, conformada por familiares que buscan a sus seres queridos desaparecidos. 

En 2021 se entregaron 30 ejemplares uno para cada familia integrante de la asociación, y cada libro lleva la imagen o fotografía del familiar ausente. En sus páginas, familiares y amigos escriben cómo recuerdan a estas personas, compartiendo anécdotas, sentimientos y palabras de esperanza. Quien lo toma en sus manos no es un simple lector: está invitado a dejar un mensaje para estas familias, un gesto que mantiene viva la conexión con quienes siguen ausentes y reafirma el compromiso colectivo con su búsqueda. 

Murales. Son una de las expresiones más simbólicas de este espacio. Se elaboran en actividades donde las familias toman el pincel y, a través de la pintura, abordan las situaciones que han vivido. En ellos se combinan imágenes y símbolos que representan la memoria y la cultura del territorio, convirtiéndose en un ejercicio colectivo de sanación y resistencia. Quienes han participado principalmente son los familiares de víctimas de desaparición forzada. 

El pódcast Nuestra Orilla. Es una serie sonora contada desde las voces de quienes vivieron en carne propia el conflicto armado. Bajo el lema “Una serie sonora que explora las historias de un territorio del que se habla mucho, pero al que se le escucha muy poco”, recorre en ocho capítulos las vivencias y memorias del territorio, narradas por sus propios habitantes. 

Además, el lugar conserva documentos, fotografías y exposiciones sobre la Ley 70 de 1993, los procesos de titulación colectiva y la historia organizativa de las comunidades negras del Bajo Atrato. 

Sin embargo, este espacio no se limita a relatar el conflicto armado: también permite conocer la riqueza cultural de Riosucio. Allí se exhiben elementos de la vida cotidiana, tradiciones, saberes ancestrales y costumbres que forman parte de la identidad del territorio. 

Un lugar para escuchar y ser escuchado 

Más que un archivo, el Lugar de Memoria es un espacio para conversar. Las comunidades se reúnen allí para realizar círculos de palabra, talleres de memoria y actividades con jóvenes y niños, quienes aprenden que la historia de su territorio no se reduce al dolor, sino también a la resistencia, la creatividad y la esperanza. 

“Cada vez que uno escucha a la gente en medio de su dolor, se genera fuerza para seguir acompañando al pueblo. El diálogo une a quienes han sufrido y a quienes los acompañamos”, concluye Marcial Gamboa. 

La invitación 

Visitar este lugar no es solo un acto cultural, sino un compromiso con la verdad y la memoria. Quien cruce su puerta no solo verá fotos y objetos, sino que escuchará las voces de un pueblo que decidió narrarse a sí mismo con dignidad y orgullo. 

El Lugar de Memoria de Riosucio es, en palabras de sus cuidadores, “un refugio contra el olvido y un puente hacia la esperanza”. 

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